El impacto emocional luego del infarto: ¿Cómo la depresión afecta la calidad de vida y el pronóstico, y qué podemos hacer al respecto?

30.01.2025

  Dr. Roberto Dos Santos. Cardiólogo


Es bien conocido que en los primeros meses tras un infarto agudo de miocardio, muchos pacientes experimentan síntomas de depresión y ansiedad. Para muchos, el infarto no solo representa una alteración física, sino una pérdida emocional profunda: la sensación de vulnerabilidad que antes no existía, el temor a la muerte y la necesidad de abandonar actividades diarias que antes eran fuente de bienestar. Es frecuente que experimenten lo que muchos describen como una "pérdida de la vida tal y como la conocían".

La depresión post-infarto es una condición muy común, con prevalencias que varían entre el 15% y el 85% de los pacientes, dependiendo de la región y los criterios diagnósticos utilizados. En general, los estudios muestran que la prevalencia es más alta en mujeres que en hombres. Se ha observado que las mujeres tienen el doble de probabilidades de sufrir depresión después de un evento coronario. Esta condición está asociada con un peor pronóstico, un mayor riesgo de mortalidad y un mayor número de re-hospitalizaciones. De hecho, algunos estudios indican que la presencia de depresión aumenta entre un 30% y un 40% el riesgo de muerte cardiovascular a corto y largo plazo.

Además de los efectos sobre la salud física, la depresión post-infarto también reduce la adherencia al tratamiento, lo que agrava aún más el pronóstico. Se estima que los pacientes deprimidos tienen un 50% menos de probabilidades de seguir las recomendaciones médicas en cuanto a medicación y cambios en el estilo de vida. Esta falta de adherencia es un factor clave que contribuye a las altas tasas de re-hospitalización y la aparición de nuevos eventos cardiovasculares.

Por todo esto, es fundamental que la depresión y la ansiedad en estos pacientes sean detectadas y tratadas lo más temprano posible. A pesar de su alta prevalencia, estas condiciones siguen estando infradiagnosticadas en muchos casos, lo que afecta gravemente tanto la calidad de vida como la sobrevida. La detección temprana permite una intervención oportuna y, por tanto, una mejoría en el pronóstico de la enfermedad cardiovascular.

El tratamiento de la depresión post-infarto incluye varias estrategias, como la psicoterapia y, cuando es necesario, el tratamiento farmacológico. Además, los programas de rehabilitación cardiovascular han demostrado ser efectivos en la reducción de los síntomas depresivos y la mejora de la salud general. Es interesante también que algunos estudios hayan demostrado que tener un perro como mascota reduce la mortalidad cardiovascular. En particular, los dueños de perros tienen una probabilidad un 24% menor de morir por causas cardiovasculares y un 31% menos de riesgo de muerte por cualquier causa. Los beneficios de la mascota incluyen una mayor actividad física, mejor adherencia al tratamiento y un mejor control de los factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión y la obesidad.

En conclusión, abordar la depresión y la ansiedad en pacientes post-infarto es una prioridad no solo porque son condiciones extremadamente comunes, sino porque su impacto en el pronóstico y la calidad de vida es muy significativo. Detectarlas de forma temprana y proporcionarles el tratamiento adecuado es clave para mejorar los resultados de estos pacientes a largo plazo.